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Luna Roja de Cristal
"El amor es la indemnización que recibimos a cambio de ser entes finitos"

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02 de Marzo, 2012 · General

"Apolo"


Caminando como todos los días, Apolo, notó que especialmente en aquel se respiraba un aire distinto. Algo más liviano, algo extraño. Advierte también, algo asombrado, que son otras las personas que por allí asoman sus cuerpos; ve pasar gente que cree haber visto antes, e incluso personas que parecieran pertenecer a otro lugar, a otro tiempo. Cree ver a familiares que ha perdido, a mascotas que ha extrañado.
Algo alarmado, y con más calor que de costumbre en la ciudad, comienza a indagar en cada detalle del contexto. Nota que es, en realidad, no poco, sino, muy distinto; la calle San Martin tiene otro aspecto, los perros que solía ver parecen haber desaparecido, las viejas que comentaban el estado del clima en aquella esquina tradicional el día de hoy no lo hacen, no escucha los pájaros, entre otras cosas. Sin embargo, parece que lo único que se conserva igual es su aspecto; al mirarse, no encuentra nada distinto, los mismos zapatos, el mismo peinado o despeinado, la misma sensación que todos los días al hacer ese rutinario paseo. El cambio era exógeno.
 Al borde del susto, empieza a hacerse preguntas, a especular. Se plantea hipótesis de ese tan extraño día, y sus desconocidas particularidades.
 Al pasar por el kiosco donde siempre compra sus cigarrillos, ya sin asombro de que la persona que lo atendió no era la que esperaba, nota perturbado que no recuerda haber vivido la mañana. Intenta reconstruir sus momentos previos a la caminata pero no logra hacerlo. “¿es que hoy no me levante? Lo último que recuerdo es haberme acostado para dormir”, pensó.
Ya en un estado de impaciencia que colma toda su alma, ante el desconocimiento de lo que le estaba sucediendo, comienza a preguntarle a las personas que van pasando, corriendo, caminando a su lado; les pide ayuda, ya que no puede hacerse de una idea o al menos alguna confirmación de donde está parado a pesar de que todo le resulte algo familiar; pero nadie le miró, ni contestó.
Se aclara su perspectiva cuando, ya al borde de la demencia grita,
-    ¡Eeeeh, ¿no me escuchan?, ¿están muertos o algo así?!
Luego de mirar a ambos lados de su cuerpo, y notar que nadie volteaba, Apolo, pensó profundamente en la frase que casi destroza sus cuerdas vocales. Así noto, al mirar al cielo, como buscando respuestas en el sol, que no era el mismo azul de siempre el que cobijaba el espacio, que el sol no estaba y que lo que iluminaba su camino era un fuego que parecía eterno. Inmediatamente recordó algunas páginas de los libros sobre teología que había leído en sus años de cárcel, advirtiendo que aquel lugar se parecía al infierno y con esto, que sus dolores de corazón ya no estaban, tampoco el permanente dolor de cabeza que lo caracterizaba, porque se da cuenta de que al mediodía de ese día, y justo antes de despertarse, había muerto.
Pero no entendía, corría, se dejaba atropellar, intentaba quitar a las demás personas del hipnotismo que parecía haberlas hechizado, pero nada. No puede asimilar su muerte si aún estaba parado y caminando. Intentó hacerse daño, pero parece no sentir, nada puede verificar ni hacer sellar su estado humano de finitud. No pudo razonar cuerdamente su actual estado, no pudo definirlo. Supo que había muerto, pero no supo qué hacer, que podía hacer y cuanto duraría esa confusión que a cada segundo que pasaba le quitaba la poca cordura que le había quedado desde aquel tiempo en el que vivía. Entonces lo único que comprende es que está, ahora y para siempre.
Y caminara, y nunca sabrá donde parar, donde dormir, donde comer. Pero no necesita ahora nada de eso; hay algo que lo acompañó, lo acompaña, y lo acompañara en cualquier estado de su entidad. Es lo único que no ha cambiado, que no se ha ido, que no ha fenecido, y eso es la soledad…
Ahora despierta, mira a ambos lados, se tranquiliza… Su alma parece haber regresado, su corazón late más lento, su frente ya no suda… Discrimina su entorno, sin notar nada extraño, por fin entiende que es Fernando, el mismo muchacho de siempre, que solo ha tenido una pesadilla, y que todo ha vuelto a la rutinaria normalidad. Muy perplejo por su sueño, se levanta. Mira por su ventana, la misma de siempre, y descubre que su calle, la calle San Martin, tiene algo diferente…

Ariel Ruocco

publicado por arielruocco a las 14:54 · Sin comentarios  ·  Recomendar
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Ariel Ruocco

Soy estudiante del profesorado de historia y ciencias sociales dictado por el Instituto Superior de Formación Docente N°6

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